Petrikilloren heriotza

Iñaki Zumalde, Miscelanea histórica sobre Oñati, Oñati, 2001, p. 149.

Subiendo el puerto de Udana o Inuntziabai como se le conocía en el siglo XIX, entre la cuarta revuelta y la cima, podemos ver, a mano izquierda y al borde de la carretera, una sencilla cruz de piedra arenisca con la siguiente inscripción, semiborrada por el tiempo:

Petrikiloren oroigarria

Petrikiloren oroigarria. Udanako mendatea

AQUI MURIO DON JOSE FCO. TELLERIA,

ALIAS "PETRIQUILLO", EL 11 DE AGOSTO DE 1842

Los "Petriquillo" fueron una dinastía de curanderos muy afamada en el país, especialmente en el arreglo de huesos fracturados. El más famoso de ello fue José Francisco de Telleria y Uribe, nacido en Zerain el 1 de octubre de 1774. Ha pasado a la historia por su intervención en la muerte del general Zumalakarregi. Éste le conocía tiempo atrás por haberle curado en varias ocasiones. Tenía absoluta confianza en él hasta el extremo de que cuando cayó herido en el cerco de Bilbao, hizo que acudiese a su lado a pesar de que ya le atendían varios facultativos, entre ello un prestigioso médico inglés. El resultado de la rivalidad entre los que le asistieron fue convertir una herida leve en mortal.

Restablecida la paz, "Petriquillo" acostumbraba recorrer el país montado en una mula visitando sus numerosos pacientes. Según escribe el doctor Barriola en su interesante obra sobre los curanderos, "se cuenta que, en sus visitas a Oñate, solía hospedarse en casa de una señora viuda, de cuya hija se hallaba prendado un hijo del curandero. A las continuas solicitudes de matrimonio presentadas en nombre de su hijo, recibía invariables evasivas. Un día, por fín, planteó seriamente la cuestión y la respuesta fue una rotunda negativa. Disgustado y excitado en gran manera por la discusión suscitada, abandonó arirado la casa y cabalgando en su mula partió de Oñate por el camino de Udana. ¿Sufrió un malestar y cayó del animal, o sintiéndose mortalmente indispuesto se apeó de la cabalgadura? Nada se sabe, aunque la ausencia de traumatismos del cadáver hizo pensar en la segunda hipótesis".

En dos documentos oficiales ha quedado constancia de este luctuoso acontecimiento. En el libro de enterramientos de la parroquia de San Miguel de Oñati podemos leer la siguiente partida:

"Don José de Telleria de edad de sesenta y seis años, natural y vecino de Cerain, marido de doña Josefa de Arrieta, natural y vecina de la misma, murió según dicen de una caída de la caballería, causada por alguna indisposición, el día once de agosto de mil ochocientas y cuarenta y dos, más arriba del caserio de Ondolatza, jurisdicción de esta villa de Oñate, en el punto y sitio denominado Incunciaga; y hecha la autopsia de su cadaver, fue enterrado en el campo santo, después de habersele hecho el oficio de sepultura, por no poder tenerse el cadáver hasta el día inmediato, en que se hizo una función fúnebre e nueve capas, con misa solemne; y además hubo misas rezadas para todo el cabildo".

En el libro de difuntos, que ese mismo año comenzó a llevarse en el ayuntamiento de Oñati -los registros del Juzgado comenzaron a llevarse más tarde- en la partida número 68 se lee lo siguiente:

"Oñate, a 12 (sic) de agosto de 1842. Hoy a muerto D. José Fco. de Telleria, natural de la villa de Cerain, Provincia de Guipúzcoa. De edad de 60 años. Su estado casado con doña Josefa de Arrieta, de profesión labrador propietario. Su enfermedad: de muerte casual. Testamento. Vivía en la villa de Cerain. Se ha enterrado en el campo santo de esta villa. Padres: Francisco Tomás de Telleria. Pueblo de su naturaleza de Cerain, Provincia de Guipúzcoa. Su profesión labrador. Juan de Uribe. Pueblo de su naturaleza: Mutiloa. Provincia de Guipúzcoa."

En realidad "Petriquillo" tenía 67 años. En cuanto a su profesión, efectivamente era labrador, como lo fue su padre e hijo aunque ejerciesen la otra profesión que les dió fama y dinero. Se le inhumó en el cementerio viejo de Oñati, que se encontraba a la vera de la hermita de San Isidro, en Goribar.

Esto es cuanto sabemos del fin de este hombre que tanto tuvo que ver con la desaparición de aquel genial militar que se llamó Zumalacarregui.